Cuenta una leyenda urbana que, un dia de 2004, John Malkovich paseaba por la Diagonal. El actor volvía a pie de visitar la Sagrada Familia cuando, de repente, alzó los ojos y quedó hechizado por un edificio de líneas onduladas y ventanales infinitos.

Fue un amor a primera vista que le retuvo en la esquina de la calle Sicilia sin saber porque y sin apenas mover un músculo. La gente, sorprendida, le preguntaba si estaba bien, “sí, supongo”, contestaba él. Finalmente, acertó a preguntar el nombre de la casa, «Casa Planells», le contestaron, y se juró a si mismo que visitaria esa Casa y que conocería toda la obra de su arquitecto, Josep María Jujol.
La ventaja de ser un actor famoso es que una tarea como ésta, visitar una casa privada, se facilita enormemente. Así que Malkovich visitó la Casa, se enamoró aún más y, a partir de aquí, se hizo un experto en el arquitecto.

Además, se le puso entre ceja y ceja que tenía que actuar en el teatro que Jujol había realizado en Tarragona, el Metropol. Malkovich no paró hasta conseguirlo, aprovechando la celebración del centenario del Metropol.

Bien, sin llegar al misticismo de Malkovich, tengo que confesar que, cada vez que paso por delante, intento coger el semáforo en rojo para perderme en sus curvas. Me encanta. Es una casa preciosa, insinuante, luminosa y viva como pocas. De esas en las que no me importaría vivir…
«Jujol siempre crea cosas nuevas a través de los materiales más pobres. No es un trabajo de ricos, creado a partir de ricos y para ricos. Por eso es más intenso, se mueve y se agita, como si estuvieras a punto de caer al agua». John Malkovich
Y es que Jujol, del que ya te he hablado en el post sobre la Finca Sansalvador, era un genio, tanto que, en la Casa Planells, logró construir pisos de 120m² sobre un terreno que sólo mide 83m²… vamos que ni Ikea gestiona mejor el espacio. Además, lo hizo con materiales simples y aun así consiguió un espectacular acabado.

A base de altillos y entresuelos, con escaleras que, en ocasiones, apenas alcanzan los 70cm consiguió aumentar la superficie. Con unos ventanales que tienen una superficie mayor que la que tiene el propio suelo de la habitación, consiguió unos espacios luminosos increíbles. Con materiales sencillos como la escayola y el hierro consiguió unos acabados preciosos. En fin, un genio.


Pero no te pienses que el proyecto original fue ese, al contrario, con más paciencia que un santo, Jujol realizó hasta tres proyectos distintos, adaptándose a nuevas necesidades a medida que el promotor, Evelí Planells, iba vendiendo trozos del terreno y se iba quedando sin dinero.

Jujol y Planells eran amigos desde hacía tiempo. Habían colaborado en diferentes proyectos desde 1914 y, además, los dos compartían una intensa devoción por la Virgen María.Era tanta la confianza que Planells, incluso, le encargó, en 1917, el sepulcro familiar del cementerio de Montjuich.
Así que, cuando Planells compró unos terrenos en la Avd. Diagonal, no tuvo dudas: el proyecto lo llevaría su amigo Jujol.

En 1922, Planells recibio el encargo de un médico para construirle una casa que incluyera residencia y consulta. Jujol dibujó, para la ocasión, un proyecto que incluía un gran jardín, tres pisos más un ático-loft, garaje en el sótano y una fachadamuy recargada, muy lejos de la simplicidad de líneas del proyecto final.Sin embargo, el proyecto, del que se conservan 5 dibujos todos fechados el 31 de diciembre de 1922, no se llevó a cabo.
Planells, que empezaba a tener problemas económicos, vendió más de la mitad del terreno. Así, de 240m² pasó a 83m², de 20m de fachada en diagonal pasó a 10m y de 18m de fachada en Sicilia pasó a 12m. Es decir, quedó un solar minúsculo y esquinero.

No obstante, los dos amigos decidieron que, aun con la pérdida de espacio, la casa sería un monumento a la Inmaculada Concepción, siguiendo la idea de Gaudí para la Pedrera. El edificio tenía que albergar dos viviendas independientes, una para el propio Planells y otra para alquilar. Así que Jujol planteó un edificio de dos plantas, a la que añadió una buhardilla.

En la fachada, sobresaliendo justo en la esquina, Jujol proyectó incluir una espectacular escultura de la Virgen María. Además, atreviéndose allí donde Gaudí no llegó, Jujol planteó todo el edificio como una peana a la escultura de la Virgen. Así, en sus dibujos fechados en agosto de 1923, se ve una planta baja sensiblemente menor a la planta principal en la que sobresale una tribuna volada que sirve de base a la escultura. Es decir, una peana monumental.
Sin embargo, este proyecto también naufrago debido a los problemas económicos de Planells. Agobiado por las deudas, Planells decide rentabilizar el solar construyendo un edificio de 6 plantas para alquilar.

Así, el bueno de Jujol, en octubre de 1923 (sólo 2 meses después del proyecto anterior) diseña un nuevo edificio: local en la planta baja, entresuelo para alquilar (Planells lo utilizaría de despacho), principal con un piso de mayor tamaño, destinado a ser la vivienda familiar de Planells, y tres pisos más pequeños para alquilar.
Desaparece la Virgen de la fachada pero se mantiene el tratamiento de las plantas, aunque ahora con otro objetivo: conseguir mediante altillos y entre plantas un piso de 120m² en un solar de sólo 83m².

No obstante, el cambio es abrumador. De una fachada casi rococo pasa a una simplicidad de líneas y volúmenes que, no obstante, sigue enamorando. ¿Qué lleva a Jujol a realizar ese cambio? Algunos autores afirman la influencia del racionalismo alemán, otros sostienen que la fachada refleja el propio desarrollo de las plantas… Sea como sea, me declaro enamorada de este Jujol que fluye como el agua.

Y hablando de amor, te cuento una anécdota. Por la época, Jujol andaba enamoradísimo de una prima suya más joven que él, Teresa GibertMosella, con la que acabaría casándose. La familia se oponía a la relación pero los dos no dejaban de suspirar el uno por el otro. Tanto es así que Jujol creó un criptograma con el nombre de su amada que aparece recurrentemente en sus dibujos.
Ese criptograma aparece por primera vez en este tercer proyecto de la Casa Planells. Y es que me puedo, perfectamente, imaginar a nuestro arquitecto, en la mesa de dibujar pensando en su amada, aburrido de tanto cambio.

Con todo, Jujol tampoco pudo terminar este proyecto. Llegó hasta el segundo piso pero ahí se acabó el dinero. Planells dejo de pagar materiales y al propio arquitecto y este, finalmente, se desentendió del proyecto.
Planells vendió la finca y el nuevo propietario, aunque respetó lo construido, realizó dos pisos más con unos acabados totalmente aburridos. Si te fijas, los dos pisos superiores, aunque mantuvieron el balcón circular, tienen unas ventanas cuadradas y unos acabados rectilíneos que chocan con la fluidez de líneas del resto del edificio.

Además, el nuevo propietario instaló bidets en todas las habitaciones. Adivina porqué… Está claro que el nuevo propietario iba a por la pela, así que no se cortó y montó un prostíbulo de postín para personajes relevantes. De hecho, las visitas regulares del obispo franquista Gregorio Rodrego eran la comidilla del barrio.
Así fue pasando la vida, de un propietario a otro, de un inquilino a otro. Pero Jujol necesita cariño, su obra es frágil y sobrelleva mal el maltrato. Así, en 2011 se descubrió que la Casa Planells estaba enferma, muy enferma.

Fue otro arquitecto, Arturo Frediani quien lo descubrió.
Frediani, premio FAD de arquitectura, llego dispuesto a conquistar y mimar una casa que estaba ahogándose bajo años de desidia e incomprensión. Así, algún iluminado había decidido taparlos delicados trabajos de escayola congotelé, plantar un suelo de gressobre los mosaicos del suelo, taparlos respiraderos de la fachada, clavar los cables en la pared… En fin, un desastre total.

El equipo de Fredianiacompañado de familiares y amigos, con sus propias manos, sacaron casi cinco toneladas de escombros. Recuperaron los maravillosos suelos originales, con las marcar de los famosos bidets y todo, y las decoraciones de escayola y dieron nueva vida a un principal que agonizaba.

“A siete metros de altura me siento como el capitán en la proa del barco viendo saltar a los delfines.” Arturo Frediani
De su experiencia como inquilino, Frediani cuenta que “Sentados ante la pantalla del ordenador, tomando un café o dibujando, la experiencia del paisaje urbano es total. Lo que más se acerca al panorama de 300° desde la galería es la experiencia del lento despegue de un globo aerostático”.
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Sin embargo, cuando parecía que habían ganado la guerra, llegó la derrota. No bien se habían instalado en el principal que se percataron que la estructura metálica de los balcones y de la tribuna prácticamente había desaparecido oxidada.

Inmediatamente se tuvo que apuntalar la finca y se inició una rehabilitación que finalizó en 2012.
La casa se ha salvado pero la rehabilitación no dio para recuperar elementos originales como los elementos de madera o las persianas de libro y los aireadores de la fachada, que servían para regular la temperatura, de forma sencilla y ecológica, en unas habitaciones con más cristal que suelo. Tampoco se utilizó el color original de la fachada que no es el amarillo intenso que ahora luce.

En todo caso, gracias a esa rehabilitación podemos seguir disfrutando de esta maravilla. Esperemos que los propietarios encuentren la manera de recuperarla del todo. Mientras tanto, yo seguiré cogiendo el semáforo en rojo para perderme en sus formas.
Preciosa e impresionante casa. Muy buen reportaje… ¡Felicidades Natacha!
Muchas gracias, Fernando! A ver si para el 48h open house la dejan visitar y vamos a hacer fotos!