Si alguna vez os habéis sentado a tomar algo en la terraza de la Plaza de la Ciència del Cosmocaixa, seguro que os habéis fijado en un magnífico edificio de aires neogóticos que enmarca el lateral de la plaza. Se trata del monasterio de Valldonzella, construido a principios del siglo XX por Bernardí Martorell , como su hermano el Convent del Redemptor del que ya os he hablado.
Valldonzella pertenece a la Congregación Cisterciense de la Corona de Aragón y, en la actualidad, la comunidad está formada por 9 monjas, entre las que destaca su Priora, la madre Nuria Illas. Si queréis visitarlo, poneos en contacto con ella a través de su web. Os recibirá con la mayor de las amabilidades y una paciencia de santa. O, al menos, esa es mi experiencia. Desde aquí quiero agradecerle la acogida que nos dio durante la visita. Aquí puedes ver las fotos que hizo Chus.
Sin embargo, el Monastir de Valldonzella no siempre ha estado aquí. Por el contrario, Valldonzella tiene una larga historia en la que no han faltado desastres de los que siempre ha sabido renacer, aunque fuera viajando por toda Barcelona.

Fuente: http://www.monestirs.cat
Los orígenes de Valldonzella: Santa Creu d’Olorda
Todo empezó en el antiguo municipio de Santa Creu d’Olorda cerca de Sant Cugat, a mediados del siglo XII. Allí, en 1147, nació una comunidad religiosa femenina que se instaló en la «Vall Donzella», en el corazón de lo que hoy es Collserola. Todavía hoy se pueden visitar los restos de ese primer monasterio. Si te apetece puedes verlos, en este post del blog «El pla de Barcelona».
En 1237, el obispo de Barcelona, Berenguer de Palou – quien también fue consejero de Jaume I y participó en la conquista de Mallorca-, incorporó la Comunidad a la regla del cister y la situó bajo la tutela de Santes Creus.
Poco después, Valldonzella recibió la donación de un terreno cerca de Barcelona. El terreno era conocido como el «Coll dels Forcats» o, también, la «Creu Coberta» y se encontraba fuera de murallas, no muy lejos del portal de Sant Antoni.

Fuente: http://cartotecadigital.icc.cat
La nobleza de Valldonzella: Creu Coberta
En ese terreno, Jaume I puso la primera piedra del nuevo monasterio en 1263 y 6 años después, en 1269, la Comunidad se trasladó allí, aún con una capilla provisional mientras se acababa la iglesia.
En sus inicios, Valldonzella estuvo muy unida a la monarquía y la nobleza catalanas. No sólo era el convento en el que profesaban las hijas de la nobleza, sino que su recinto albergó la residencia del Rey y su séquito, en sus visitas a Barcelona. De esta forma, el Monasterio jugó un importante papel protocolario entre la ciudad y la monarquía. Además, Valldonzella también fue un foco cultural, acogiendo concursos y recitales literarios.
Junto con las visitas reales, las donaciones se hicieron habituales. Así la Comunidad llegó a gestionar un patrimonio considerable.

Fuente: blogs.sapiens.cat
La muerte del último rey catalán
Sin embargo, en 1410 fallece el último rey catalán, Martí l’Humà, y, además, fallece en el propio monasterio de Valldonzella, donde había sido trasladado para su cuidado por las madres.
Esta historia es, cuanto menos, chocante. Resulta que, al fallecer su único hijo, Martí l’Humà se quedó sin descendencia. Viudo, viejo y enfermo, como estaba, se casó con una joven, Margarida de Prades, en Bellesguard. Justo donde, cosas de la vida, hoy se encuentra el monasterio de Valldonzella.
Cuentan (y con detalles) que, a pesar que se intentaron todo tipo de experimentos, el Rey no «triunfó» y Margarida siguió virgen.
Al agravarse la situación del Rey Martí, fue trasladado a Valldonzella que, recordemos, en la época se encontraba en Creu Coberta. Así que el monasterio fue testigo de todas las intrigas que derivaron en el Compromiso de Caspe y del fin del linaje del Casal de Barcelona.
Con el fin de la monarquía catalana empezarían las dificultades para Valldonzella. Dificultades que llevarían a la destrucción y el subsiguiente renacimiento del Monasterio en más de una ocasión.

Fuente: wikipedia
La primera destrucción de Valldonzella: la Guerra dels Segadors
A principios del siglo XVII, ya sin la protección real, las novicias provenientes de la nobleza empezaron a escasear y la Comunidad comenzó a aceptar otras clases sociales.
Más adelante, durante la Guerra dels Segadors (1640-1652), y después de varias huidas y de varios regresos, el Monasterio acabó completamente destruido en 1652 por las tropas de Felipe IV.
Mientras encontraban un nuevo emplazamiento, la Comunidad buscó la protección de las murallas de Barcelona. Así, se trasladaron a un magnífico palacio, que había nacido como convento Templario y que fue residencia de reyes, el Palau Reial Menor. Es una lástima que, en la actualidad, sólo queden de él algunos restos en la Iglesia de la calle Ataulfo. Y es que, tras años de decadencia, el Palau Reial Menor fue derribado en 1860 por la familia Sobradiel, propietarios de los terrenos, para abrir la calle que, hoy en dia, lleva su nombre.

Fuente: http://www.monestirs.cat
Del Palau Reial al convento de Nazaret
Pero volvamos a Valldonzella. A mediados del s. XVII, dentro de murallas, existía el convento del priorato de Nazaret, también del Cister y que, en la época, ya sólo contaba con un monje. Las madres de Valldonzella solicitaron establecerse ahí. Así, en 1660 llegaron a un acuerdo provisional que se convertiría en una permuta en 1670. De esta forma, Valldonzella se quedó con el convento de Nazaret, mientras el priorato de Nazaret se quedó con los terrenos de Creu Coberta.
En este monasterio las madres de Valldonzella vivieron muchos años sin contratiempos, hasta que principios del siglo XIX las cosas se complicaron y mucho.

Segunda destrucción de Valldonzella: la Guerra del Francés
El siglo XIX empezó con la Guerra del Francés y el famoso Alzamiento del 2 de mayo, inmortalizado por Goya.
Valldonzella no se libró del desastre. Por el contrario, como el monasterio estaba a tocar de la muralla sufrió de pleno la acometida de las tropas napoleónicas, que lo derribaron en 1808. Las madres tuvieron que ser acogidas por las capuchinas de Mataró.
En 1827 consiguieron inaugurar una modesta obra de la que, sin embargo, fueron expulsadas en 1835, cuando Valldonzella fue entregada a la Casa de la Caridad.
Consiguieron volver en 1847, restaurando el edificio, pero en 1862 la apertura de la calle Joaquim Costa se llevó por delante parte de los terrenos del monasterio.

Fuente: Xavier Caballe en Flickr
Tercera destrucción de Valldonzella: la Setmana Tràgica

Fuente: http://www.monestirs.cat
La paz duraría poco para las madres. Durante la Setmana Tràgica (1909), como muchos otros, el convento fue incendiado, destruyéndose por completo. Así, en la actualidad, del Convento de Nazaret sólo queda el arco de lo que era el portal, que puede verse en la calle de la Verge.
Mientras buscaban un nuevo emplazamiento, Manuel Valls i Martí, sobrino del banquero Agustí Valls i Vicens, que tenía familiares en Valldonzella, ofreció la Torre dels Pardals, en la Segrera, como residencia provisional.

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El renacimiento de Valldonzella: a los pies del Tibidabo
La madre priora de la época, Esperanza Roca i Roca, jugó un papel fundamental en la elección del nuevo emplazamiento, negándose a reutilizar alguno de los monasterios abandonados, y buscando un emplazamiento más tranquilo y adecuado. Si os fijáis cuando visitéis la Iglesia, en las cuatro columnas centrales veréis su escudo, lo que da una idea de la importancia y el reconocimiento que merece para la Comunidad.
Junto con Esperanza Roca, otro personaje que jugó un papel fundamental fue el obispo de Vic, Josep Torres i Bages, que era confesor de la Comunidad y miembro del Cercle Artístic de Sant Lluç, lo que facilitó el contacto con profesionales y artistas de la época.
Ambos lucharon para conseguir un monasterio de nueva planta. Así, en 1911, la Comunidad de Valldonzella compró un terreno, precisamente, en la zona de Bellesguard para la construcción de su nuevo monasterio.

Este terreno pertenecía a Consolació Vidal, Marquesa de Moragas, de la que ya os hablé en el post de la calle dels Dominics.
La elección de la zona no fue casual. Era una zona tranquila, lejos de los problemas de Barcelona, en la que ya habían edificios religiosos y suficientemente amplia para albergar un edificio aislado. Además, tenía la ventaja de estar orientada hacia el Tibidabo, hacia el Templo del Sagrat Cor, del que la priora Esperanza Roca era muy devota.
Para la realización del nuevo monasterio se confió en Bernardí Martorell, del que ya os he hablado en el post sobre el Convent del Redemptor.
Bernardí Martorell ya había formado parte de una comisión que en 1876, por impulso del obispo Urquinaona, solicitó a Madrid y Roma el traslado de la Comunidad a un monasterio de nueva planta. Además, la amistad de la familia Martorell con Torras i Bages era notoria. A lo que hay que añadir que Mercè Martorell i Falp, tia de Bernardí, era monja de Valldonzella desde 1878.
El mestre d’obres fue Josep Bayó i Font, que fue contratado en 1912 justo despues de haber trabajado para Gaudí en la Casa Batlló (1904-1906) y en la Pedrera (1906-1910).
Tanto Martorell como Bayó jugarón un papel vital durante la Guerra Civil, evitando la destrucción del Monasterio al convencer a las autoridades republicanas de convertirlo en un hospital.

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El Monasterio
La construcción del nuevo Monasterio de Valldonzella se inició por el claustro, habilitando la zona de vivienda y una capilla provisional para acelerar el traslado de las madres al nuevo emplazamiento.
Desde un principio, el monasterio se planteó siguiendo los cánones del Cister, tanto en el modo de vida (huerto y pozo para autoabastecerse, espacios de vida común, sala de trabajo, enfermería…), como en las normas básicas de circulación interna (comunicación directa entre las celdas-dormitorio y la iglesia, recorridos optimizados…).
Para ello, el arquitecto estudió a fondo otros monasterios cistercienses clásicos y siguió los consejos de la priora Esperanza Roca, quien a su vez había pedido asesoramiento a Xavier Duc, abad de la abadía cisterciense de Fontfroide.
Fontfroide fue la abadía fundadora de Poblet. A finales del siglo XIX, Poblet estaba abandonado y fue la priora Roca la que alentó al abad Duc a que repoblara el monasterio.

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La Iglesia
Si el monasterio se caracteriza por la austeridad y la simplicidad propia del Cister, su Iglesia, por el contrario, es de una belleza, a la vez, exuberante y contenida.
Martorell optó por la misma solución que en el vecino convento del Redemptor: arcos parabólicos a base de ladrillo rojo, combinado con piedra artificial blanca (que a mí, personalmente, me hacen pensar en la Mezquita de Córdoba).
No obstante, la riqueza ornamental de Valldonzella es muy superior. Incluso gozó de pinturas decorativas en la parte exterior que, sin embargo, no sobrevivieron a la Guerra Civil.
Es difícil explicar que se siente cuando se entra en la iglesia. La luz y el color de las vidrieras, el juego rojo y blanco de los muros, la luminosidad del altar… todo da una sensación de grandiosidad, de esplendor.
Os podría decir que en sus paredes podemos ver numerosas referencias al Cister: las figuras de los iniciadores de la orden (San Benito y San Bernardo), los escudos del Cister, de Valldonzella y de las cuatro órdenes militares relacionadas con el Cister (Cristo de Portugal, Calatrava, la de Montesa y la de Alcántara)… O que en sus vidrieras, aparecen símbolos cristianos como la ballena, el pelícano, el ancla…
Sin embargo, esto no describe la belleza del lugar. En realidad, lo verdaderamente hermoso es la magia que genera la comunión de todos estos elementos.

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La Verge de la Tendresa
No puedo finalizar este post sin hacer referencia al bien más preciado por la Comunidad de Valldonzella: un Icono de la Virgen del siglo XII.
El icono ha estado con la Comunidad desde antiguo y siempre que han pasado una crisis ha desaparecido, para volver cuando reinaba la calma de la mano de algún protector, casi milagrosamente.
La priora Nuria Illas, nos contó que no hacía mucho que había sido restaurado por un equipo del museo del Hermitage de Sant Petersburgo. Este equipo descubrió que habían había una pintura debajo. Con sumo cuidado, consiguieron separar la primera, que ahora luce en el comedor, y, sorpresa, cuando hicieron una nueva radiografía, descubrieron que todavía hay una tercera pintura debajo.
Anécdotas aparte, lo que destaca de este icono es la inmensa ternura que hay entre el niño Jesús y la Virgen. Fijaros en sus miradas y en el movimiento de sus manos y ya veréis a que me refiero. Tal como nos explicó la priora, el icono pertenece a una clase especial de vírgenes que, precisamente, se llaman Vírgenes de la ternura.
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Información
Dirección: Carrer del Císter, 41
BUS: Si no te apetece andar (es un paseito por la calle del Cister y Dominics, que es preciosa), puedes coger el 196 en Avd. Tibidabo con Mas Yebra y bajarte en la parada del Cosmocaixa
Mis fuentes: Storify
Seguro que quieres ver mi álbum de fotos:
Fantàstic Natacha, veient el vídeo i les fotos he tornat a reviure aquella visita tan especial. Moltes gràcies pel teu treball i per compartir-lo!
Moltes gràcies, Gloria! M’alegro que t’hagi agradat!